Bibiana Aído

Ayer eché la mañana de jardinero. Aunque ya conocéis de mis manos de asesino en serie, no me he podido resistir a tener este año gitanillas colgando del alféizar de mi ventana, y un par de azaleas blancas contrastando con el naranja de la pared (el color del edificio ya estaba, no ha sido idea mía, que conste). A las azaleas no les auguro un destino cierto, porque según PocoYo son bastante delicadas, o al menos mucho más que las gitanillas; dicho sea de paso, su nombre no es gitanilla, sino geranio hiedra, que es como se le conoce en mi tierra. Las de mi madre en su balcón siempre han sido la envidia de todo el vecindario, a ver si yo consigo lo mismo. Competir con los geranios de mi vecina no es muy complicado, la verdad; los suyos no son gitanillas y además son bastante palitrocones por mucho que pasen el invierno en el rellano. Mi vecina debe ser como yo, que la mano que le falta para las plantas, le sobra para la cocina, porque la mayoría de los días huele bastante bien.
Y os preguntaréis ¿qué tiene que ver la foto con las gitanillas y mi vecina? Pues nada, absolutamente nada. Pero como es Lunes de Pascua, ahí va otra de tradiciones checas. Esta república, en pleno corazón de Europa Central, parece que aún no ha abandonado los tiempos en que sus hordas subyugaron al Imperio Romano, y bien les pega el nombre de vándalos, bárbaros, godos o el que les correspondiera. Y eso aún a pesar de haber sido parte de uno de los imperios más cursis, el Austohúngaro. Lo digo por Sissí, claro. Además de los huevos de Pascua, común a gran parte del mundo occidental, aquí existe una tradición aún más profana si cabe: las niñas, jovencitas, mujeres y señoras son azotadas por los niños, jovencitos, hombres y señores. En el culo, con una vara al efecto, que es la que se ve en la foto y que esa buena señora pretende vender. Las mujeres son azotadas por sus compañeros, y encima lo tienen que aceptar con gusto y agradecer, pues el autor de semejante tropelía recibe un regalo de la agredida, ya sea un huevo de Pascua, un pastel o una cinta que añadir a la fusta. Ante esta tradición, la mente igualitaria de nuestra ministra Bibiana Aído, no podría quedar impasible, y procuraría erradicarla a base de campañas de dudoso éxito y alto presupuesto. Tendría tema para salir en los telediarios, criticando el componente machista de las tradiciones populares, que por supuesto hay que erradicar o cambiar, haciendo que los hombres seamos azotados también. Ella sería completamente feliz, ya que para su desgracia, su ministerio no es competente en la polémica de las corridas de toros.