¡Gloria Bendita! (Boží milosti)

Bozi milosti

La verdad es que no se me ocurre nada para escribir como introducción a esta receta, porque no hay nada relacionado con ella. Nunca la había probado (esto de no tener suegra checa tiene sus inconvenientes), ni tan siquiera había oído hablar de ella. La receta es fruto de las investigaciones que uno hace, y de esas horas y horas que pasa buscando recetas usando todos los medios que tiene a su alcance. De todos es sabido que yo tengo temor de muy pocas cosas. Bueno, sí lo tengo, pero tiro p´alante. Y si veo una receta interesante, antes o después la pruebo. Sobre todo si es una comida tradicional.
Bueno, pues esta es una de esas recetas con las que me he encontrado y que parecía muy muy sugerente. Por varias razones. Su aspecto, su color, su forma. Pero sobre todo porque es uno de esos dulces que van asociados a una festividad. Nosotros, o yo al menos, estoy más acostumbrado a que determinados dulces estén asociados a la religión como los pestiños, los roscos fritos, las tortas de viento… El boží milosti es un dulce de carnaval, y estamos en la época. A pesar de su nombre, que significa más o menos “gracia de Dios” y suena más a fiesta religiosa.
Me ha sorprendido la textura. Yo me esperaba algo parecido a los pestiños. Pero no, nada de eso. Se parece más a una galleta, a pesar de ser frito. Yo no las tenía todas conmigo cuando me puse manos a la obra sobre todo por cómo iba quedando la masa que si no fuera por el color, hubiera dicho que era silicona. Esto tiene su ventaja (a la consistencia de la masa me refiero) porque le podemos dar la forma que queramos, desde la que se ve en la foto hasta espirales. Sí, espirales. La forma se mantiene. Yo he optado por darle la forma tradicional, aunque hice algunas otras de prueba.
Bueno, para no saber que escribir de estos boží milosti, creo que ya he escrito suficiente. Es lo que uno tiene, que se va por las ramas. Así que vamos al lío.

Ingredientes:

250 gramos de harina normal
2 cucharadas soperas de azúcar
1 cucharadita de café de levadura royal
2 yemas de huevo
2 cucharadas soperas de mantequilla
2 cucharadas soperas de aguardiente
4 cucharadas de vino blanco
2 cucharadas soperas de yogur natural (generosas)
Un poquito de ralladura de limón
Aceite para freír y azúcar glas para rebozarlas luego

Preparación:

La masa que tenemos que hacer no tiene ninguna dificultad. Sólo requiere una pizca de paciencia, y tampoco mucha. Se trata simplemente de mezclarlo todo de una vez y amasar hasta que todo esté bien ligado. Eso nos llevará unos 10 minutos. ¡Ojo! La mantequilla debe estar a temperatura ambiente, de otra forma no habrá manera de que se mezcle con el resto de ingredientes. Si nos hemos olvidado de sacarla del frigorífico, el microondas nos puede ayudar. Unos segundos a potencia descongelación y tenemos el problema solucionado. El aguardiente que yo he usado, el que venía en la receta, es de ciruelas, pero imagino que cualquier aguardiente que tengamos a mano nos valdría. La ralladura de limón es sólo para dar un poco de aroma y sabor, así que tampoco hay que pasarse.
Pues eso, echamos todos los ingredientes en un bol, sobre todo para no ponerlo todo perdido de harina. Cuando esté todo más o menos ligado, amasamos sobre la mesa hasta tener una masa consistente, que no se pegue y que nos recuerde a la silicona o a la masilla esa que se usaba antes para poner los cristales en las ventanas. La envolvemos en plástico y la dejamos enfriar en el frigorífico aproximadamente una hora.
Ahora viene la parte artística. Extendemos, con la inestimable ayuda de un rodillo, la masa bien fina. La extendemos toda entera si la mesa es lo suficientemente grande, o lo hacemos por partes. Yo, como soy así, lo hice poquito a poco. Tan poquito a poco que prácticamente sólo me salían dos unidades por cada estiramiento. Imaginaos el tiempo que tardé en tenerlos todos. Si optamos por la forma de la foto, que a mí me parece elegante y curiosa, cortamos rectángulos y hacemos dos cortes en el centro sin llegar a los bordes, claro. Se fríen muy rápido, con lo que no nos vale el truco de ir haciendo una tanda mientras la anterior se fríe. No, se nos van a quemar. Pues nada, cuando ya tenemos toda la mesa, y media cocina, llena de rectángulos ponemos el aceite a calentar y las freímos hasta que cojan ese atractivo color dorado. Ni que decir tiene, que el aceite quedará para el arrastre y no lo podremos usar para nada más. Las ponemos sobre papel para que escurran, y una vez fría las embadurnamos con azúcar glas (o impalpable, como decía la inefable Sor Bernarda). Pues ya están listas. ¡Gloria bendita!

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.